Unos 1500 millones de personas padecen sobrepeso, de los que cerca de 600millones tienen obesidad. Queda científicamente demostrado que la obesidad está asociada a un mayor riesgo de desarrollar enfermedades como diabetes, problemas cardio vasculares, varios cánceres… Además, a todo esto le tenemos que sumar el coste económico que supone en la salud pública, y el impacto que tiene a nivel medioambiental y social.
La obesidad siempre se ha enfocado desde una teoría o hipótesis muy reduccionista que es la teoría del equilibrio energético. Me explico. Según esta teoría las calorías que se ingieren pueden ser quemadas, almacenadas o no absorbidas. Es decir, siempre se tiene el balance energético en el punto de mira como la causa de el aumento, reducción o mantenimiento del peso. Pues bien, esto no es tan fácil como,
- Si comemos más de lo que gastamos, engordamos.
- Si comemos menos de lo que gastamos, adelgazamos.
- Si comemos lo mismo que gastamos, mantenemos el peso.
Aunque visto así, esto parezca muy lógico, existen muchos estudios científicos y reales que lo contradicen y demuestran que el cuerpo no funciona así. O tu misma si te han visto en un proceso de pérdida de peso, habrás podido observar y vivir que la pérdida de peso o % de grasa corporal no es tan fácil como “menos plato y más zapato”.
Si comparamos dos dietas con el mismo aporte de calorías pero con diferencias en la repartición de macronutrientes, se ha podido observar que los sujetos sometidos a una dieta más alta el carbohidratos por ejemplo, engordará más fácil que las que no. La repartición de los macronutrientes cobra más importancia que el siempre recuento de las calorías que todo el mundo tiende a mirar a la hora de comprar un producto en el super mercado.
Si 1kcal es 1 kcal, simplemente con aumentar el ejercicio físico diario, adelgazaríamos de forma considerable, pero esto no ocurre así. Por lo tanto, mi objetivo de escribir este artículo es la de quitaros de la mente esta teoría tan reduccionista y simplista que ha entrado en nuestras cabezas y nos cuesta deshacernos de ella. Espero de verdad.
Con el tiempo, se ha ido investigando más sobre el tema, y hoy día la teoría hormonal está cobrando más importancia. De la mano de un grupo de científicos alemanes se observó que la obesidad tenía que ver con un incorrecto funcionamiento de las hormonas y el sistema endocrino, que conducen a una acumulación excesiva de grasa en determinadas zonas del cuerpo.
En los años 60, Doctores Berson y Yallow, demostraron que la ingesta de alimentos produce la liberación de la insulina por el páncreas que, entre otras funciones, se encarga de almacenar grasa en el tejido adiposo. Nuestro tejido adiposo tiene una función endocrina muy fuerte, que es capaz de liberar la hormona llamada Leptina que viaja al cerebro a través de la sangre e informa de que hay suficiente grasa en el cuerpo, que no necesitamos almacenar más energía y que debe dar la señal de dejar de comer.
Dicho esto, el problema está en que si la insulina se encuentra elevada de forma crónica y durante largos periodos de tiempo (hiperinsulinismo), nos llevará a desarrollar una resistencia cerebral a la acción de la leptina, y por consecuencia se perderá la capacidad de producir la señal de saciedad en el cerebro, por lo que el cerebro creerá que no se está almacenando energía suficiente en forma de grasa y el cuerpo mandará señales para aumentar la ingesta de alimentos y reducir de la actividad física.
¿Y qué hace que nuestro páncreas secrete más insulina de lo normal, y se mantenga elevada más durante más tiempo?
- El consumo habitual de comidas ricas en carbohidratos. Todos aquellos productos que son más refinados, procesados…
- El hígado graso o esteatorrea, aumentando la probabilidad de producir una resistencia a la insulina. Llega un punto en el que el cuerpo necesita más insulina para obtener la misma acción que conseguía con los valores normales.
- La elevación del cortisol, la famosa hormona del estrés, provoca una resistencia a la insulina a nivel hepático y muscular. Esto puede contribuir a la obesidad, provocando un aumento de la cantidad de comida ingerida y facilitando el almacenamiento de grasa.
Esto quiere decir que la obesidad se debe a una alteración bioquímica cerebral (resistencia a la Leptina) cuyo resultado da lugar a la ganancia de peso, y secundariamente, a cambios en el comportamiento (glotonería y pereza) para mantener lo que el cerebro cree que es el equilibrio energético.